jueves, 13 de febrero de 2014

La bondad es inversamente proporcional a nuestros activos.

Año 1992. Mi madre estaba en un hospital en China (mi madre en china es sinónimo de que tiene una enfermedad que ningún médico en Venezuela consigue curar, y que coincide con algún evento que afecta directamente a nuestra familia). El médico le receta un remedio compuesto de ramas extrañas, flores silvestres y raras especias, lo cual es común en la medicina tradicional de china que por cierto es muy efectiva. El detalle: una hierba en particular no era comercial y por consiguiente no se conseguía en farmacias.

Una señora de 83 años le dijo: “esa hierba yo la tengo en el patio de mi casa, al fin le va a servir a alguien, ven conmigo, yo te la obsequio” (obviamente todo en chino, en dialecto para ser precisos, ah, y está parafraseado). Cuando fuimos a su casa, reconocí una casa extremadamente pobre, algo que no era común en mi pueblo; aunque nadie era rico, todos tenían suficientes comodidades, todos teníamos para comer, para vestirnos y ciertamente té para todos los días.

Mi observación era poco errónea: la pobre tenía señora tenía una historia muy triste, una biografía que en este instante recuerdo muy poco; sus ingresos en ese entonces era arroz y un poco de dinero suficiente para comprar los alimentos de un plato de comida al día, provenientes de un anciano que era su amigo, pero que a diferencia de ella, era un artesano con el mimbre; hacia sillas, lámparas, juguetes, cestas, y que compartía sus ingresos con ella.

De vuelta a la hierba, mamá ofreció pagarle por esas hierbas, la señora respondió: “las cosas son de quien las necesita”, una frase que no volví a escuchar sino unos 15 años después. Mamá se hizo gran amiga de ella; la visitábamos frecuentemente, le llevábamos desayuno si íbamos en la mañana, algo de golosinas y de pan si era en la tarde, y parte del mercado si mamá regresaba de compras. Ella con todo y su escasez de recursos, siempre guardaba algo de golosinas, algo de torta por si llegábamos, e incluso el sobrecito rojo de año nuevo que los mayores le obsequiaban a los niños. A nivel económico ese sobre era una miseria, ni alcanzaba para comprar una golosina, extrañamente lo sentía como uno de los sobres más preciados para mí.

A veces me pregunto, cómo una persona, con tanta escasez podría ser tan desprendida de los bienes materiales. Por qué la mayoría de los millonarios, dije mayoría en reconocimiento de que no todos son así, son tan miserables, y peor aún: por qué la mayoría de los políticos son tan … (los puntos suspensivos son la para la palabra con un significado similar, pero peor que miserable), que incluso le roban, le sustraen, al ciudadano común. Mi conclusión por ahora, pues, es el título de esta publicación.

1 comentario:

  1. Bonita historia la de esta señora y tu familia.

    Tienes toda la razón: cuanto más tiene una persona, más tacaña suele ser (por eso los millonarios son millonarios, diría mi madre). Y cuando dan algo, se comportan como pavos reales, jactándose de su generosidad (por lo general). Aunque siempre existen excepciones. El hombre más rico de España es un señor de Galicia, con aspecto casi de indigente. Suele ser generoso, pero, por lo que sabemos, exclusivamente con asociaciones ubicadas en su provincia. Hace un par de años, cuando ya había comenzado la crisis, el centro de parapléjicos de Toledo necesitaba unos 30.000 € para seguir haciendo un estudio con células madre. Este hombre lo dio con la única condición de que no se hiciera pública su donación. Yo me enteré gracias a la persona que hizo la petición.

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