sábado, 6 de septiembre de 2014

Terapia de Desintoxicación

Siempre me he considerado con mucha fuerza de voluntad, excepto para los videojuegos, que posiblemente sean mi perdición. Del resto, soy tan fuerte, o tan terco, como una mula. Desde que empecé a ejercer mi carrera, me volví un consumidor habitual de café, pero no tenía mayores problemas en dejarlo. Pero hasta hace poco descubrí un hecho preocupante: una taza de café por la noche, que me mantuvo despierto buena parte de la noche para terminar un trabajo pendiente, hizo que mi cuerpo reclamara por más al día siguiente. No me percaté de ello, hasta que tuve serias intenciones de arrojar el modem, el celular, la laptop, a mí mismo, por el balcón de un sexto piso. Un breve análisis me indica que no había tomado café en todo el día, como lo hacía todos los días. Era hora, de padecer el proceso doloroso de desintoxicación.

Recuerdo a mi madre. Desde el incidente que casi le quita la vida, le era necesario tomar pastillas para poder conciliar el sueño. Pasaron los años, las dosis aumentaron, el problema principal ya estaba resuelto, pero la adicción ya estaba creada. Fueron tres días de sufrimiento, veía a mi madre postrada en la cama sudando, temblando, sin poder articular bien las palabras. Se veía en su rostro un dolor evidente, con una sonrisa propia de quien se consuela que todo irá bien. Me tuve que encargar de la cocina, algo a lo que no estaba habituado, y sigo sin habituarme, Cuando dejó de sudar y temblar, comió con un hambre voraz, y recuerdo haber salido a comer para celebrarlo tenía para ese entonces doce años.

Mis efectos secundario están siendo mucho más llevaderos. Sueño, o mejor dicho insomnio, que compenso un poco durante mi estadía en las unidades de transporte; carácter irritado que disimulo con una sonrisa de perro y respiración profunda (aún no he arrojado nada contra nada, quizás lo haga con el celular cuando tena reemplazo), y falta de concentración que contrarresto con un poco de yo-ga (yo gagueo, tu gagueas, nos concentramos todos, es un lema particular, para quien puede autoinfundirse personalidades múltiples).

Aún tengo los efectos secundarios encima. La cafetera del trabajo tiene un brillo tentador, llamativo, el aroma es hipnotizante y apasionado; medio kilo de café obsequiado por mi jefe (hay escasez de café otra vez) pide a gritos ser destapado para su consumo, el insomnio y la irritación empujan cual pasajeros desesperados a las puertas del tren. Pero lo que no saben es con quien se ha metido. Yo sólo sucumbo frente a la computadora.

2 comentarios:

  1. Te iba a desear ánimos, pero ya sé que has superado la adicción (te estoy leyendo en orden inverso al que debería).

    Lo que no he podido dejar, es el té. Aunque la teteína no es tan perjudicial como la cafeína (para la tensión arterial). Estaba tan acostumbrada a la cafeína que ya ni me hacía efecto.

    Tengo cerca de casa una tienda dedicada expresamente al café. Es toda una tentación que no siempre puedo evitar. Venden de cualquier parte del mundo (incluso pueden conseguirte café de civeta si lo pagas por adelantado). Yo me conformo con café de Uganda, que es muy aromático (aún compro, por si viene alguien a merendar). Me encanta que se llene la escalera del bloque con el aroma del café.

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  2. Bueno, has de seguir deseándome ánimos, porque acabo de retomar el hábito. Al momento, no me ha dado mayor cosa, voy a ver si aprovecho el fin de semana para volver a dejarlo a ver si no me pasa como la última vez. Hablando de café, no he probado aún un café de arte. Algún día lo haré. En el caso poco probable de que llegue a España de visita, me convidas una tacita del café que mencionas. Me llevaré a Picky ( se parece al gato de mi logo) para que me reconozcas, aunque la verdad yo soy muy fácil de identificar.

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