domingo, 29 de junio de 2014

Rey Del Frío.

Hace tan sólo un año, conocí mi país como nunca lo había hecho en toda mi vida. Incontables viajes por carretera a lo largo y ancho del territorio nacional, gracias a un trabajo a realizar sobre unos galpones de almacenamiento medicinal ubicados en distintos puntos del país. Debo aclarar que el trabajo no era precisamente instalar sistemas aires acondicionados, pues ya estos estaban en sitios, con sus ductos conectados y el sistema de hidráulica (utilizarían sistemas de acondicionamiento por agua helada) estaba a cargo de otra contratista. Nuestro trabajo era básicamente arreglar, instalar, hacer lo que la contratista original al parecer no sabía o no quería hacer. Era una obra típica venezolana: sin planos, sin contratos oficiales, sin supervisión y sin escrúpulos.

Me asignaron como supervisor de obra, encargado de la estadía de los trabajadores, consignador de materiales para la obra y mago para los casos en que haya que hacer milagros, aunque la verdad, debo confesar que en todo momento conté con trabajadores excepcionalmente buenos y competentes, haciendo del trabajo, si bien bastante penurioso debido a las condiciones precarias, lo suficientemente agradable como para tenerlo de buenos recuerdos.

En ese entonces, mi jefe era como mi asesor técnico, pues aunque no estaba presente en la obra, su más de veinte años en el campo trasteando lo convierten en un gurú, mientras que el resto de las cosas, principalmente administrativas y económicas me las tenía que arreglar con el socio del proyecto, el dueño de la contratista oficial que estaba a cargo de la obra, El Rey del Frío.

A diferencia de mi jefe, que es andino y por consiguiente bastante respetuoso y guerrero, El socio es de mi misma ciudad y, de hecho, era la típica representación: irreverente, incauto, irrespetuoso, desastroso al volante, y no duda a la hora de pedir una cerveza. Nos vivíamos verbalmente insultando: “chino de la verg…”, “gordo sevillu….”, “no me vengas a jod….”, “transferíme plata o te dejo la mierd… esta botá”… intercalados con frases como: “que hago yo sin ti”, “yo también te quiero mucho”, “te voy coger como a una iguana, a pedradas”, “te acuso con tu esposa pa que te dé una pela”… a pesar de todo la irreverencia verbal, siempre nos hemos tenido respeto, y en las horas en que la seriedad era necesaria, ese respeto se marcaba aún más.

La obra duró poco. Menos de tres meses. Desde entonces no habíamos vuelto siquiera a conversar. Hasta el domingo pasado, que me llama por unos planos que había que hacer y entregar para el miércoles. Ya lo había enviado a mi jefe, pero creo que ya lo conoce demasiado bien, así que no dudo en saltar el muro y conversar conmigo. El lunes lo invertí en un proyecto de emergencia que le surgió a mi jefe, quedándome sólo martes y la mañana del miércoles para cumplirle. Ya que no es un proyecto completo, sino solamente los planos, hay varios pasos para saltar y ahorrar un poco de tiempo. Pero el área de oficina es algo grande así que tengo mis dudas. Pero bueno, soy de los que les gusta romper las tres cosas rompibles de la vida: los records, las reglas y los moldes.

Tengo algo a mi favor adicional: al parecer el arquitecto no escatimó en dejarme espacio entre techo y cielorraso, y además me dejó varias salas de máquinas bien ubicadas y bastante holgadas. A la hora que escribo esto, las 10:30am, sólo me falta unos ductos, de retorno, dos sistemas de ductos para la ventilación de los baños, y contar la cantidad de ductos, rejillas y equipos, que gracias al “dataextraction” de autocad, saldrá en unos cuantos clicks.

Y si preguntan que hicimos en la obra, pues no fue mayor cosa: instalar unos reguladores de flujo por temperatura, termostatos, adaptar unos unidades evaporadoras de expansión directa para que funcionen con agua helada (lo admito, es una locura), quitarles el control remoto y colocarles el termostato manual (para que no den guerra con dónde está el control!!???), conectar las manejadoras de aire con el sistema de tuberías, arrancar oficialmente unos chillers (para que no perdieran la garantía ante el fabricante), conectar unas bombas, reemplazar unos filtros de cartón por otros más… duraderos, instalar unas bandejas de recolección de condensado. Básicamente puras tonterías. Sigo sin entender cómo es que la otra contratista no podía hacerlo. Bueno, así me dieron la oportunidad de viajar. Así que les debo agradecer su falta de capacidad, sea cual sea la razón.

2 comentarios:

  1. Huy, la mayoría de las palabras que utilizas ni me suenan, pero seguro que sí reconozco los aparatos de los que hablas, aunque con diferente nombre. Por ejemplo, el cielo raso, por aquí es más conocido como falso techo (misma cosa, diferente nombre).

    No sé yo si sería capaz de soportar a alguien tan amigable como tu compañero el Rey del frío. Seguro que a los pocos kilómetros, habría parado el coche y obligado a bajarse.

    ResponderEliminar
  2. De seguro que sí. En verdad es muy amigable, lo único que como típico maracucho, utiliza expresiones que por lo general no coincide con lo que realmente quiere dar a entender. Y como todo buen ciudadano de Maracaibo, sabe comportarse decente y amigablemente con las mujeres, en el buen sentido de ambas palabras. Yo soy en ese aspecto más atípico: me gusta expresar de manera precisa, y cuido bastante de no hablar de más. Soy partidario del dicho que reza: "Hablas mucho, la lías mucho, hablas poco, la lías poco, no hablas, no la lías".

    ResponderEliminar