domingo, 15 de junio de 2014

Paranoia al máximo

Pocos son los arquitectos ante los cuales me quito el sombrero (en sentido figurado, porque la verdad es que no uso. Replantearé eso cuando empiece a tener calvicie, pues creo que es hereditario). Saben lo que hacen, y saben qué es lo que un edificio necesita para serlo de verdad. Se traduce en que piensan en los requerimientos de servicio (electricidad, ventilación, sanitarias, estructuras) y no sólo que se vea bonito. No todos son viejos, conozco a una de mi edad que tiene una visión muy veraz de las cosas, al menos desde mi punto de vista.

Entre ellos se encuentra el padre de mi amigo, aquel que casi mato de infarto (autocad es un arma mortal para cualquier arquitecto que sufre del corazón y que no lo sepa manejar, sobre todo si el dibujante quiere amenizar el ambiente). Es muy asustadizo a punto de llegar a ser paranoico: no le eches mucha azúcar al café, hay que esperar un metro de distancia de la puerta del ascensor, tenemos que entregar el presupuesto a tiempo (seis días antes), no hay que cenar a destiempo porque no es saludable… y un sin fin de cosas más. Para alguien que vive casi como un bohemio (hago lo que quiero cuando quiero si es que puedo) es un poco… gracioso. Tanta paranoia. ¿Cómo se puede vivir constantemente de esa manera? ¿No sufriría de un colapso por estrés?

El viernes camino al trabajo, alzo mi cabeza y veo el tendido eléctrico: cables que parecen como de calibre 3/0, a sabiendas que llevan un cable entorchado (aquí se llaman guayas) para evitar su fractura por su peso, imagino que debe tener peso y altura suficiente para que cuando al caer, me cause una fractura craneana que me saque el cerebro de cuajo y me envíe con San Pedro. 

Luego al montarme en el bus, quien gracias a sus acelerones y frenazos estaba causando más fuerzas G que una montaña rusa. Me imagino que si lo hace mientras me bajo, es posible que coma algo de asfalto si es que primero no me pasa por encima y me vuelva una tortilla humana.

Al bajar del bus, me dispongo a cruzar la calle, que aunque es muy transitada, es de una sola dirección. Justo antes de cruzar, miro al lado opuesto, no vaya ser que un loco, un motorizado o un motorizado loco se le ocurra venir en sentido contrario y me envíe con San Pedro.

Me dispongo a entrar al ascensor. Piso 6. Las puertas se cierran. Está a unos 4,5 X 6 = 27 metros. Gracias a las leyes gravitacionales, creo que alcanzaría unos 80Km/h si al ascensor se va en caída libre, y conozco este ascensor, no tiene frenos de emergencia.

Entro a la oficina. Inicio el ritual de apertura de oficina. Encender luces, cerrar ventanas encender el aire acondicionado, encender los protectores de eléctricos, la laptop, el router, el modem. De repente veo en la pared el tablero principal de electricidad, y debajo el mueble de madera. Podría ocurrir un chispazo lo suficientemente grande como para prender la pintura del mueble, causar un incendio, propagarse por toda la oficina, alcanzar la casa, consumir el piso entero y luego todo el edificio.

Al fin está Autocad completamente operativo. Después del estadio bonito, el comandline y por fin aparece el cursor. Me tomo el primer sorbo de café del día, y no he contado aún con un terremoto de 7 grados, y el edificio viejo y sin medidas antisísmicas. Pero ya está bien de paranoias por un día. Es hora de concentrarse en cargar los tramos de tubería en el programa, que es lo último que falta para dar por terminado un centro comercial para seguir con el otro. Y tengo que ver como cerrar una caja de pandora que abrí. Es difícil de secuestrar a Jesucristo, porque ahora no sé dónde lo voy a dejar. Quizás lo… flote, como en la serie “Los Cien”. No, mejor no, sigue sin ser un final digno, pero de que muere, muere, pues total, ya luego resucitará.

2 comentarios:

  1. ¡Virgen del Amor Hermoso! ¡Y pensaba que yo era pesimista!!!! Me he asomado a la terraza para echar una ojeada: la paranoia de los cables aéreos aún no al tenía. Aunque a mí, lo que más miedo me da, es el factor humano. Desde que a una doctora esquizofrénica le dio por acuchillar a sus pacientes, temo que en cualquier momento un majarón aparezca de la nada y me convierta en un surtidor de ketchup.

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  2. Hablando de esquizofrénicos y traiciones, (no, las botellas no se consumieron) el viernes pasado de camino a casa, en plena avenida principal vi a un loco (es literal) estaba balbuceando algo que ni entendí ni me interesaba mucho, yo estaba al borde de la acera y me mantuve allí, alejado del loco unos dos metros. De repente pegó un brinco, me agarró el morral, me dije "lo que faltaba, ahora este loco me va a tirar a la carretera yo con ganas de ir al baño, de seguro ahora me tildarán de cobarde" (medía como 1,80 y si bien era flaco, su IMC era mucho mayor que el mío, así que tenía para arrojarme en peso, la verdad cualquiera me levanta y me arroja sin problemas). En el mismo instante que sentí que empezaba a arrastrarme, me soltó corrió a la mitad de la carretera y se puso a dar vueltas tal cual un perro persiguiendo su cola, pego un grito como si fuera un mongol, y luego se devolvió a la acera. No supe que pasó después. Aún estaba a quince minutos de casa y la vejiga estaba a diez de reventar, así que tuve que apresurar el paso. Llegué a tiempo gracias a Dios, (Una vez, mi padre... no lo logró, le faltaron dos segundos).

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