domingo, 29 de junio de 2014

Instinto homicida

Otra vez me han dejado sin intenet. Desde el viernes pasado, una especie de vacaciones "forzadas", del cual, como el Autor de Don Quijote, no quiero recordar, que duró cuatro días; resultados: espalada quemada por el sol, tragos de agua salada engullidos y privación de radiación electromagnética de un monitor, me separaron de una preciada computadora y más aún, de internet.

El trabajo atrasado, me ha privado de varios días de pasar a limpio el manuscrito del cuento pendiente, el cual creo ya debe tener un final digno. Mi hermitañez (creo que el término preciso es mi hurañez, de huraño), fue aplacada por mi alrededor, las cuales, en su búsqueda de confraternar, me hecho socializar un poco más de lo que me hubiese gustado.

Durante unas de esas noches de socialización forzada, que siempre ocurren durante la cena colectiva, conocí a una... señora (aún mantengo un poco de sensatez moral para no atribuirle el adjetivo merecido). Yo particularmente soy poco quejambroso, pero me choca, pega, irrita, y bastante, la gente que lo es de manera extrema. La causante del florecimiento de ese instinto, citado en el título, empezó a irritarme a los pocos minutos de conocerla... durante esos pocos minutos, sólo se quejó, como si toda su vida fuese una queja continua, o que vive sólo para quejarse.

La gota que derramó el vaso fue la insultada contra el fallecido presidente, el mal que le atribuyó y el sermón sobre el ¨No Perdonar" y la ley de supervivencia en donde débiles son desechados o devorados por la manada. Comprendería y toleraría esos pensamientos a una persona atea, pero para alguien que se persigna, da golpes de pecho por Cristo, y que se supone coloca a Dios por delante, tuve que contener mi ira, tal como la fina capa impide que un volcán estalle, con el poco respeto que aún mantenía por las personas mayores, y no es que se lo merezca. Me provocó decirle, que los animales en efecto, no perdonan y desechan a los más débiles, así que ergo, ella es una ani...; que en el hipotético caso que actuaramos así, ella sería de las primeras en la línea de desecho: ni camina bien y se mueve a la velocidad del morrocoy; y que si no perdonáramos, su lengua estaría por un cuchillo de sierra, su corazón arrancado del pecho y aplastado frente a sus ojos, y yo en una cárcel. 

Hay que admitirlo. Perdonar no es una tarea fácil, y a veces hasta es imposible. Pero es una de las pocas cosas que hace que los humanos seamos humanos, y no meros animales matándose los unos a los otros, como de hecho sigue ocurriendo.

2 comentarios:

  1. Mi madre te soltaría que Tienes el cielo ganado. También me he topado con personas de este tipo. La verdad que es muy difícil, demasiado a menudo, aguantarse las ganas de soltar un improperio a estas personas (o animales). Me alegra saber que pudiste contenerte.

    ResponderEliminar
  2. Bueno que se hace, supongo que como buen chino, llevo la diplomacia en la sangre. (Sólo soy chino para lo que me conviene). Ahora que estoy viendo las noticias del bombardeo entre Israel y Palestina, ojalá sus gobernante se den cuenta de que su vanal orgullo de creer tener la razón y no perdonar ofensas ajenas, cause dolor y sufrimiento a los más inocentes.

    ResponderEliminar