Para quien no lo conozca, que lo dudo, Freddy Krueger es un demonio que en vida fue quemado vivo, por torturar niños, cuya características son su franela rojo con rayas negras, el sombrero y las famosas garras. Aparece en los sueños causando daño a la víctima, que se manifiesta en el mundo físico. La víctima empieza a evitar dormir hasta caer en insomnio crónico y luego dormirse para no despertar jamás. Lo peor de todo, es que si lo destruyes, vuelve a aparecer.
Así está el proyecto del Auditorio de una iglesia (evangélica, por cierto, no sé qué tiene que ver, pero los proyectos con iglesias evangélicas siempre me han dado mala espina). De por sí cuando estaba con el diseño de los aires acondicionados, sufrió bastantes modificaciones, que literalmente me hicieron repetir el proyecto. Terminado y entregado hace casi dos meses con todo lo que a documentación técnica se refiere, una noticia hizo temblar los cimientos del proyecto, literalmente. Cometieron un ligero error de cálculo, con la cantidad de puestos para estacionamientos, pues contemplaron sólo como 40% del mínimo exigido por las normativas vigentes. Resultado: un sótano adicional del tamaño del terreno (que significa el doble del edificio). Los cimientos en definitiva están tambaleando. A nivel de mecánica, gracias a Dios no hubo casi modificación arquitectónica; solamente un par de canchas en la azotea justo en donde están ubicados todas las unidades condensadoras, azotea que se supone nos obsequiaron a los de mecánica para hacer y deshacer.
Mi jefe en plena reunión me llama para consultar (si bien él estaba al tanto del proyecto, no tenía detalles que yo sí). Me habla acerca de ése sótano y esa cancha, que para cuando terminé el proyecto no estaba. Quiere que le indique una ubicación tentativa. Mi respuesta fue: “en la imaginación del arquitecto está la respuesta, aunque también lo podemos dejar en la parte imaginaria del edificio”. Seamos honestos: no nos permitieron ubicarlos en planta baja, tampoco en la fachada al estilo industrial, ahora nos quitan la azotea. Otra solución sería una planta adicional, y si no, unos cuantos helicópteros para mantener suspendido a esos animalotes de media tonelada cada uno. Muy impráctico, pero seamos honestos, se vería muy... impactante.
Por ahora el proyecto sigue suspendido hasta que el ingeniero civil, (quien nos consiguió la parte mecánica del proyecto) redimensione los cimientos, nos busque una ubicación para las condensadoras, y empecemos de nuevo, desde el principio.
Uf, cómo cabrea eso: tener que rehacer por completo lo que te ha llevado semanas y esfuerzo hacer. Que conste que los arquitectos también nos encontramos ante ese problema. Ejemplo: un cliente que tenía dos hijos y ahora, antes de que el proyecto haya salido del colegio de arquitectos visado, la suegra ha enviudado y ha decidido ir a vivir con ellos. Hay que acomodar otro dormitorio, por lo general, bajo cubierta, haciendo trampa...
ResponderEliminarUna anécdota: se me quedaron los ojos como platos cuando en la única iglesia que he hecho -templo, estancias adicionales y vivienda para el párroco- me pidieron que hiciera una celda de reflexión sin ventanas y tan pequeña que parecía un ataúd. Con un sistema de ventilación para que una persona pudiera estar en ella más de doce horas seguidas. Parece ser que de sacerdote a masoquista, hay un corto camino.