sábado, 29 de marzo de 2014

La acción de dormir como un ensayo de la muerte

Soy de los que nunca niega lo que desconozco o lo que no sé. La gravedad existe, y lo admito. Sé que existen personas con seis dedos porque los he visto, al menos en televisión. Jamás he visto un fantasma, aunque mi madre dice que los ve frecuentemente. No puedo afirmar o negar su existencia por el simple hecho de no haberlos vistos. Extrapolando esta filosofía, tampoco voy a afirmar o a negar la existencia de Dios, el paraíso, fantasmas, extraterrestres, o incluso algo más trivial, que 1+1=1, que por cierto sí es demostrable, aunque no es más que una paradoja matemática.

Una persona a la que soy devoto, gracias a ella escribo este blog, mencionó las palabras que le dan forma a la entrada. Hoy esas vuelven a mi memoria gracias a un extraño sueño que tuve. La verdad no es tan extraño, puesto que por lo general sueño con lo que ha pasado, con lo que pasará, con lo que en mi estado de semiinconsciencia escucha, y todo eso se aliña con un poco de fantasía.

Seamos honestos, que prenda con el pensamiento una vela, pronuncie “chap pop” y aparezca la perrita de mi ex, que en el sueño estaba perdida, es extraño. Más aún cuando tengo que después del acto de magia anterior, huir de una antigua compañera de clases sin ninguna razón aparente. Lógicamente hay que hacerlo de la mejor manera: flotando. Pero como la velocidad de flote no supera los 30 km/h, y no flotaba a más de 100 metros, se me incorpora de la nada un traje espacial para salir volando a velocidad supersónica. Un satélite gringo me detecta, me derriba y voy en picada directo al océano. Logro frenar quedando justo encima de la superficie del agua. El traje indica que me voy a hundir, me expulsa y caigo al mar. Mi subconsciencia me recuerda que no sé nadar. De repente: suena la alarma. Escucho una voz diciendo: “hora de despertarse”. Abro los ojos, y veo la oscuridad del cuarto, junto a la pantalla del celular brillando, indicando que un nuevo día, quiera o no, ha comenzado.

Si después de la muerte, lo que soñé fuese lo que me tocase por toda la eternidad, no estaría mal. Pensar que la vida es sólo una vela que se apaga y ya, pues sería un tanto triste y melancólico. Por otra parte, pensar que después de la vida haya algo más,  sólo sería cuestión de fe, pues cuando el cerebro muere, ¿qué más quedaría? Otras de las tantas preguntas sin respuestas, de las que no puedo ni negar ni afirmar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario