martes, 16 de diciembre de 2025

Cuestión de perspectiva

 Soy de gustos sencillos. Casi cualquier cosa me hace feliz. No sabría decir si eso es conformismo o es que encuentro felicidad en cada cosa que se me presenta. Obviamente, hay cosas en donde simplemente hay que sobrellevarlas, darle prisa por el malpaso, o sobrevivirlas: con mi piojito fue algo parecido, de felicidad nada, era sobrellevarlo pero ya esa será otra historia para contar otro día. Tal vez la titule: un piojito, una pulga y unas cuantas garrapatas.

Para la mamá de mi piojito todo es caro y el dinero nunca alcanza. Para la titi (una forma cariñosa de decirle tía, aunque ella es la sumatoria de una supermamá y un superpapá, así que no me alcanzará la vida para agradecerle) todo es económico; sin embargo, mientras mamá no repara en gastos ni le importa malgastar (lo siento, no tengo otro término más elegante) la titi procura ahorrar cada céntimo que puede y aunque no llega a mis niveles de racionamiento tiene un muy gran sentido de comprar y consumir sólo lo necesario.

Mientras tanto y a sabiendas que loro viejo no aprende a hablar, toca entender que no vale la pena el esfuerzo en convencer y más bien conviene invertirlas en apoyar a reducir el malgasto. Si se preguntan cómo hacerlo. pues tan sencillo como comerse todo lo que sobre en la nevera, porque de lo contrario terminará en el bote de basura.

De pequeño nunca pasé hambre, al menos no por necesidad. Mi madre, quien sufrió la hambruna cortesía de la revolución, sumado a la cultura de respetar la comida, cosa que heredé diría que muy bien, veo el acto de botar comida como un sacrilegio. y la rubia siempre para el taxi siempre a las 10 en el mismo lugar. Perdón por la frase inconexa, estaba justo escuchando esa canción de Arjona y por alguna razón, la terminé tipeando por acá. Estoy divagando, eso pasa cuando la cafeína vertida en el organismo aún no hace su efecto.

Recuerdo a alguien que, en definitiva me ganó. realizó grandes caminatas para ahorrar cada céntimo que podía; a un hueso de pollo le sacaba literal hasta el tuétano y después lo molía para echarselo a las plantas. Tuvo sus momentos, momentos de bonanza, también de penuria, pero creo que nunca dejó de ser quien siempre fue. Si me está leyendo, que no tengo dudas, que sepa que para mi, eso es digno de admirar. Yo en algún momento también hice lo mismo, de hecho lo volví casi que un deporte nacional. Sin embargo, el tiempo también me enseñó que hay que saber enfocarse: no perder mil por ahorrar diez.


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