jueves, 20 de noviembre de 2014

Recuerdos de la infancia

Quiso el destino, que mientras leía el blog de una amiga, la misma que siempre menciono, acerca de un fragmento de su infancia, que según veo ha estado plagado de grandes y pequeñas aventuras, leí en el periódico local acerca de un estudio en donde afirman que no recordamos conscientemente nada de lo ocurrido desde que percibimos al mundo como recién nacidos hasta aproximadamente los dos o tres años de edad.

La verdad, es que para quien aprendió a hablar y caminar a los cuatro años de edad (al menos así cuenta mi madre) no recuerdo lo retratado en las fotos viejas y amarillentas que mamá aún tiene de mí, con un conjuntico tipo mario-bross. A veces me tomo la molestia en pensar, ¿qué pasaría si un día despertara y no me acordara de absolutamente nada? ¿podría eso ocurrir? (claro, obviando el hecho de que pueda sufrir de Alzheimer) ¿Debería hacer algo por si acaso eso llegase a pasar?

La respuesta es que ya tengo la respuesta al dilema: un código QR tatuado en mi brazo, que al leerse, me dé la dirección de algún almacén en la nube, la clave para acceder y el documento a buscar, el cual contendría toda la información, que como mínimo debería conocer.

Por ahora, es una solución que aún no voy a implementar. El día que decida hacerme un tatuaje, pondré manos a la obra. Faltaría buscar que quien me tatúe, tenga el pulso y la paciencia suficiente para tatuar correctamente el código.

Dilema existencial.


No tengo ni idea de qué le dio título a esta entrada. Lo tenía como borrador, supongo que hace más de cuatro semanas, así que no me acuerdo en lo absoluto del motivo. Total, como todo buen chino, que no desperdicia nada. (limpio los frascos de salsa con la pasta, el tubo de pasta dentrífica queda sin pasta, y la olla de comida la repaso con el contorno que tenga a la mano, sea arroz, pasta o pan) haré uso del título para algo que tengo en mente.

Por una parte, disfruto mucho estar aislado. De ser posible, vivir como un hermitaño, lejos de la civilización, del contacto humano. Por otra parte, mi arraigada tecnopatía, me impide abandonar esta sociedad. Aunque admito que sé sobrevivir a los apagones de hasta cuatro días, estar sin intenet por semanas, sin servicio de agua hasta un mes. La verdad es que me siento incómodo sin esas facilidades.

Supongo que puedo echarle la culpa a mamá y a mis profesores de universidad. Mi madre siempre me inculcó la idea de no platicar nada con nadie, pues los secretos sólo son seguros consigo mismo. A menos información tengan de nosotros, estamos menos vulnerables y expuestos. Volviéndome seriamente introvertido, (en este punto admito que es una acusación muy injusta, pero es mi entrada es mi razón). A pesar, de que ya soy menos introvertido, soy bastante reservado a contar mi vida personal, me limito a hablar de política, cosas de la carrera, comida, cocina, pero nada de mi vida personal. Me atrevería a decir que quienes leen mi blog, conocen mejor mi vida que mis más allegados.

Por otra parte, tuve una profesora, que dijo "los problemas de uno, los resuelve uno mismo¨ y otro que dijo " el que mucho habla mucho caga, el que poco habla poco caga, el que no habla no la caga" y el que más me marcó: "quien te entiende, no tienes que explicarle nada, quien no te entiende no vale la pena explicarle, porque después se enreda la petaca. Si lo que quieren es resultado, dénselos y listo, digan según los cálculos, según las cuentas y listo"

Extrañamente, la mayoría de la gente que me rodea, sean conocidos, o gente que simplemente comparte una temporada y ya, no tienen esa perspectiva. Me toman como si fuera su confesionario o su confidente, contándome absolutamente todo a cerca de sus vidas, como si me presentasen su biografía, incluyendo temas que yo jamás mencionaría, (tal vez lo haga en este blog).

¿Es que soy yo el que está mal? ¿Acaso escribir en este blog no ratifica el hecho de que necesitamos expresarnos? ¿de que deba compartir mi interior (no confundir con ropa íntima) con otra persona? Mientras mi dulzura me cuenta de todo, yo me limito a decir que mi vida es monótona, que en la oficina soy yo sólo contra el mundo entero, y que mi vida está circunscrito por una pc y un celular, que por cierto mañana tengo que ir a comprar la SIMcard para ponérselo al potecito de reserva. Por cierto, ahora que lo veo, pareciera que me estoy volviendo emo, mejor y escribo algo más... o mejor dicho, menos, sentimental.

Servidores honestos

Para nadie es un secreto, (lo dije sólo porque jamás usaré eso en mis documentos técnicos, que por cierto me tocan redactar un montonal para lo que quede de año, y probablemente parte del otro), que los servicios, sean públicos o privados en mi país, son de lo peor, en cuanto a calidad, costo, atención pre y post-venta, sean privados o peor aún públicos.

Ejemplo el transporte, al menos en mi ciudad, no es público, la calidad del servicio lo describí en alguna entrada pasada. La energía eléctrica, propiedad del Estado, fluctua frecuentemente, con altibajos en la tensión eléctrica que más de una nevera, aire acondicionado y equipos delicados se han dañado. Los protectores de voltaje son un accesorio imprescindible a la hora de adquirir cualquier equipo.

Finalmente, el que le da cuerda a esta entrada, el internet. He perdido la cuenta de la cantidad de veces que he llamado a la compañía telefónica, la única del país por cierto, (hay otras dos de caracter privado, pero son peor aún, lo sé porque en la oficina usamos una de esas) y como siempre, las mismas pruebas de siempre: los cablecitos, el filtro, las luces, conecte aquí, empate allá... con todo y que le menciono a la operadora que todo ese protocolo ya lo he cumplido antes de llamarla.

Pero finalmente me topé con un operador serio y responsable, al menos en su trabajo. Apenas tomó mis datos, se percató que lo que he llamado es un vergüero (expresión venezolana que bajo este contexto significa una gran cantidad de veces, también puede significar problemas o desastre) y al preguntarme si ya cumplí con el tedioso protocolo del cablecito el filtro... se limitó a decirme que lo deje así, y que asignaría un técnico a mi caso.

En este punto, debo aclarar, que todas las veces que he llamado, al día siguiente o a los dos días, el internet se restablece. Desconozco si es que lo repararon o simplemente se arregla sólo. Continuando con la historia, a los dos despierto con el internet restaurado. Navegué, revisé el blog de una amiga (al menos así la considero) revisé el correo. Estando en el trabajo, el técnico de internet se comunica conmigo. Le cuento a fondo el problema, Los sucesos que ocurren antes de que el internet deje de funcionar (lluvia y apagones), y con un ton muy sincero, muy humano, muy de vecino, "hermanito, ese problema es solventable, pero no aquí, ni ahora, ni en un futuro cercano. Los postes y tableros de telefonía, perdieron su hermeticidad, y hay ciertos servidores, que al caerse, tardan días en restablecerse, un sin fin de cosas más, y no hay repuestos para ningún tipo de mantenimiento. Sólo tenemos unos cablecitos, una que otra herramienta y nada de fuerza de voluntad, pues los técnicos somos los que se calan las malas caras de la gente, como si tuviéramos la culpa.. Si ya le volvió el internet, disfrútelo hasta que llueva o caiga otro apagón. Llame otra vez, para que reestablezcan el servidor y le de tiempo a los tableros de secarse. Mientras tanto entonces, voy a dar como resuelto el caso, le parece?"

Nuevamente debo aclarar, que lo dicho por el técnico está algo parafraseado, pero tengo la certeza que expresa todo lo que escuché a través del auricular de mi teléfono que recién me robaron, de nuevo. De ahora en adelante, solo potecitos clase pa´ botar. 

Alérgico a los smartphones.

Vuelvo a ver ser víctima del hampa. No me quejo, supongo que es algún especie de destino anexado. Esta vez, ocurrió sin sustos, pistolas, ni anuncios. Como siempre, abordé un bus repleto de gente, del cual tengo una maestría en contorsionismo, pedir permiso, pisar pies y que me pisen. Subo con celular, bajo sin celular. Donde ocurrió el incidente, dentro del bus, cuándo, la verdad no lo sé. Cómo, supongo que fue durante una de las tres restregadas durante la bajada de la gente. En este instante, tengo sentimientos encontrados. Por una parte, la rabia e impotencia el que haya perdido un objeto preciado, que sé que quien lo tiene no le dará el valor que le di. Tuviese el botón para lanzar una bomba nuclear a la ciudad, y no dudaría en presionarlo, total hasta le haría un favor a la alcadesa: acabaría con la basura que al parecer van a decretar emergencia de salubridad (el peor chiste político que he escuchado hasta ahora). Por otra parte, un alivio de que como a la tercera va la vencida, ocurrió de la mejor manera.

Y ¿qué de las primeras dos veces? en ambas, la oscuridad hecha tiniebla reinaba sobre la ciudad, y es literal, porque el alumbrado público está hecho un asco, funcionará al 20% y si acaso. La primera, me interceptaron dos motorizados a tres cuadras de la casa, mi reacción fue salir corriendo a velocidad demonio en sentido opuesto. Hoy día aún me pregunto por qué no me hicieron nada. Extrañamente ocurrió cuando recién compre el celular.

La segunda vez, fue en el centro de la ciudad. Estaba atento a cualquier movimiento. De repente vi dos sujetos sospechosos delante de mí. Volví a correr a velocidad demonio. Uno de ellos logró alcanzarme a dar un empujón. De haberme caído, le habría llegado al filo de una pared derrumbado, Como pude y manteniendo la velocidad, logré recuperarme y llegar hasta la mitad de la carretera, con autos pasando de un lado a otro. Nuevamente desistieron en la persecución.

Desde entonces, tengo pesadillas con esas escenas. No llegan a ser frecuentes, de hecho, ha sido una sola vez, pero estaba consciente que algún día no me escaparía. y probablemente deje de escribir, algo que no sería atípico en una ciudad, donde todos los días, la página de sucesos del periódico tenía tantos muertos, que decidieron crear un cuerpo completo para esa sección.

Bueno, creo que ya me liberé y me desahogué. y también tengo hambre. A ver que hay para preparar y después comer.

miércoles, 19 de noviembre de 2014

Al fin vuelvo a escribir

Muchas cosas han ocurrido desde la última vez que escribí. Desde los mismos problemas perennes como la falta de internet, sobrecarga de trabajo (qué felicidad, disfruto ser infeliz), y otros más peculiares como la chicungunya que me dio (y sigue azotando). Más reuniones de las que no llevan a nada, y el trajín por conseguir comida.

Esperemos que esto no se quede sólo en estos párrafos. Hay mucho trabajo pendiente, pero qué importa, desahogarse de vez en cuando es bueno para la salud.